Sinopsis: Kat tiene una misión ridícula si no fuese crucial para una especie humana en horas bajísimas: convencer a las elefantas matriarcas para que tiñan su piel de verde radiactivo, y convertirse así en balizas que adviertan del peligro invisible que se esconde bajo la montaña.
Muchos años antes, la joven Regan crea un extraño vínculo con Topsy, una elefanta usada para manipular uranio cuando las trabajadoras humanas comienzan a morir. Pero también hablan las elefantas: voces que se cantan, en la oscuridad, para conservar la memoria de una injusticia remota.
La única criatura enorme e inofensiva, debut literario de Brooke Bolander y ganadora del premio Locus y el Nébula, se presenta como una fábula siniestra; una historia alternativa que nace de sucesos reales y reinterpreta el mundo contra el poder y la violencia; contra la explotación de las mujeres y de los animales.
Acompaña al texto un prólogo de Ainhoa Goñi, que aporta las claves históricas sobre las que se basa la novela.
Relevancia desde la portada
Desde hace cierto tiempo se publican muchos libros que apelan a nuestro gusto por lo gentrificado. Ya sabes a qué me refiero: colores apagados, composiciones y tipografía de estilo vintage e inspiración sobre todo británica. Se encuentran en todas las librerías y, en la mayor parte de los casos, la elección del estilo responde a una cuestión meramente estética.
Comemos en salones de té con toques industriales, colocamos flores de lavanda de plástico en minúsculos cubos de latón para adornar las estanterías del baño y soñamos con ruibarbo aunque no tengamos muy claro lo que es. Porque si es inglés es elegante.
La cubierta de La única criatura enorme e inofensiva es anticuada, sí, pero la fuente y la filigrana que la acompañan no respiran campiña inglesa, sino art decó americano. Una elección relevante que evoca un ambiente circense sin sus colores típicos, sustituidos en este caso por un verde radioactivo más que apropiado en una narración que habla precisamente de eso, de radio, de tiempo que se acaba, de tiempo robado, de bombas de relojería y de un avance científico y tecnológico que siempre se cobra víctimas.
El reloj plagado de elefantes es el segundo elemento más importante de la ilustración de cubierta. Elefantes muy pequeños. Tanto, que casi pasan desapercibidos en el fondo azulado de la esfera. Tampoco los paquidermos rampantes de la base llaman la atención. Solo están ahí, sosteniendo la imagen, sosteniendo la idea de circo que transmite.
Y con eso en mente, abres el libro.
El prólogo de Ainhoa Goñi
También relevantes, estas pocas páginas te pondrán en la casilla de salida para comprender de qué habla Bolander en esta obra extraña. Tras una pequeña y certera reflexión acerca de las víctimas ocultas (y no tan ocultas) de la ciencia capitalista, Goñi pasa de puntillas sobre la historia de Topsy, la elefanta que Disney convirtió en madre de Dumbo y que no tuvo una buena vida ni una muerte buena. También menciona la tragedia de las chicas del radio, un episodio de la historia norteamericana y de la Primera Guerra Mundial que no fue art, que, desde luego, no fue decó y que yo desconocía.
Y, como siempre que se las necesita, entraron las mujeres a las fábricas. Cerca de cuatro mil mujeres trabajaron durante años en la compañía United States radium Corporation de Nueva Jersey cubriendo las esferas de esos famosos relojes luminiscentes con una pintura que contenía radio.
[…] nadie les habló de los riesgos que suponía trabajar con ese elemento y el cáncer acabó llenando sus vidas. Trabajaban sin ningún tipo de protección e, incluso, cogieron la costumbre de lamer las cerdas de los pinceles que utilizaban… Así consumieron dosis letales de radio vía oral. Es curioso que los químicos de las empresas sí manipulasen el radio con sumo cuidado. Algo debían saber que ellas desconocían.
Lo que importa de este prólogo es que está escrito sin piedad. Quizá peque de tendencioso, ya que tiende a señalar lo negativo de un proceso (la capitalización de la ciencia), pero ¿qué quieres que te diga? Tampoco es que lo que dice sea falso.
Y con datos que habríamos preferido no conocer, nos adentramos en
La única criatura enorme e inofensiva
No mentiré: el primer cuarto de novela se me hizo cuesta arriba. Nadie me había advertido de que iba a adentrarme en el mundo de lo extraño y lo malvado, así que, como la Alicia que soy, me caí con todo el equipo en la madriguera del conejo y me encontré de buenas a primeras con elefantes que hablan sin palabras en un idioma de pensamientos que solo unas pocas intérpretes humanas son capaces de descifrar.
Unas pocas intérpretes humanas que eligieron una asignatura optativa en sus carreras. Una asignatura inútil que ahora servirá para salvar el mundo. Claro que sí.
Cuando me acostumbré a esa forma de narración indirecta (como los testimonios que no se aceptan en los juzgados norteamericanos), Bolander me lanzó a la mitología de las elefantas, a cómo la gran Madre-Pelaje-Con-el-Colmillo-Agrietado se hizo con las historias que los machos habían robado.
Madrepelaje era sabia, es decir, curiosa. Echó a andar. Mientras caminaba, cantaba, y sus canciones congeladas caían detrás de ella como semillas en estiercol, esperando a que el sol y la lluvia y los mordiscos de los insectos las liberasen.
Esta novela corta, muy corta, alterna este tipo de poesía tan poco poética pero tan llena de belleza con fragmentos de presente absurdo y de pasado airado. El hilo de los acontecimientos es sencillo, pero está presentado como si no lo fuera. Creo que hacerlo así es una decisión inteligente.
Verás, La única criatura enorme e inofensiva cuenta la historia de cómo las elefantas aprendieron a vivir porque se liberaron de los machos, pero luego llegó el ser humano y las esclavizó y asesinó. A ellas junto a mujeres humanas —pero menos humanas que los hombres, que esos otros machos de esa otra especie—. Después, cuando el ser humano lo estropeó todo tanto que no supo qué hacer, llamó a las elefantas supervivientes para pedir ayuda.
No hay una manera eficiente de contar esta historia que no sea dar vueltas y más vueltas a su eje temporal. Al final, cuando terminas de leer, tu cabeza entra en ese modo de espiral que seguro que conoces. Ya sabes, cuando alguien que te la ha liado parda te necesita y recurre a ti sin el menor complejo y tú te quedas pensando «¿Será que no se acuerda de lo que pasó? ¿Será que no le da importancia? ¿Seré una exagerada? ¡No! ¡Es que es mala persona! Pero no lo sabe, seguro que no se acuerda. Tendría que contarle que fue esto lo que sucedió».
Entras, digo, en ese bucle y te das cuenta de que el final de la novela es el que tiene que ser.
—Ustedes quieren hacernos brillar cuando estemos cerca de ese veneno enterrado en la tierra. Quieren hacerlo por alguna descabellada conexión cultural sapiens entre elefantas y radiación, cuando resulta que esa conexión cognitiva existe por culpa de las cosas horribles y jodidas que los humanos les hicieron a las elefantas hace noventa años.
Pero en medio de ese ir y venir espacio temporal, en medio de las leyendas de las Grandes Madres y de la pequeñez de las personas, Bolander nos cuenta la historia de Topsy y su compañera de trabajo, una chica del radio que pierde los dientes, y el sistema digestivo entero. Dos personajes femeninos inermes como Thelma y Louis, que toman la única decisión que pueden tomar: arrebatar a los machos humanos su capacidad de decisión.
Conclusión
Es una obra bella o oscura, La única criatura enorme e inofensiva. Un ejemplo de weird circense con conciencia de clase y con conciencia de prosa que es mejor leer cuando tengas un estado de ánimo propicio.
No la leas si no puedes con el sufrimiento animal. A mí me tuvo con el estómago encogido desde el prólogo. No es explícita, pero sí muy sugerente. Y la imaginación nos puede jugar una mala pasada.
Te gustará si no buscas una obra que te lleve de la mano habitación tras habitación; si eres de las que se deja mecer por las emociones y no le importa ver cómo la cara del asesino es la que aparece cuando pones la última pieza del puzle.
Lanzamiento: marzo de 2020
Editorial: Crononauta
Valoración: Café con leche
Consíguela aquí
Una de las siguientes en la pila de lectura. Veo que va a doler 🙂
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