Primero, un secreto conocido: no me gusta el terror porque me da miedo. Hay libros, series o pelis que me encantaría leer, pero sé que lo pasaré muy mal, y prefiero no entrar en ellos. Pero últimamente he intentado superar un poco mis miedos y afrontar algunos títulos. Y he descubierto algo: no me da miedo el terror fantástico, me da miedo lo que hay al otro lado.

Dejad que os hable un poco de Territorio Lovecraft y de Las cosas que perdimos en el fuego, pasando por Agujeros de sol y The Umbrella Academy (que no es terror, pero me servirá para reforzar algunas ideas).
Durante el confinamiento, uno de los títulos que me leí fue Las cosas que perdimos en el fuego, de Mariana Enríquez. Fue uno de esos títulos liberados por editoriales para ayudarnos a soportar el encierro. No había leído nada de Enríquez y pensé que era una buena oportunidad de acercarme. Y me pasó algo: no me dio miedo, el fantástico de las historias me dejaba muy indiferente. Y pensé que no me gustó. Pero han pasado meses y tengo el libro en la cabeza, y es que sí que me dio miedo, pero no los fantasmas, monstruos, sustos… Me dio miedo, y mucho, el reflejo de la brutal desigualdad social, del enorme abuso a mujeres, de la indecente desprotección de menores… Eso me daba miedo. Me daba pavor estar viviendo en un mundo donde eso es real, palpable, cercano. Donde las autoridades, el poder, lo consienten cuando no lo fomentan. Y tengo que disculparme con Mariana Enríquez: sí, da miedo, sabe usar los elementos del género fantástico para hacerte estallar el terror donde más duele.

Y me ha vuelto a pasar. Me metí en Territorio Lovecraft porque era Lovecraft, sin saber casi que había un libro detrás. Menos sabía que la historia confrontaba al Lovecraft racista* con una novela con protagonistas en plena segregación racial en Estados Unidos en aventuras que recogen los mitos del horror cósmico. Es algo que vemos muy bien en los episodios 1 y 3. En el primero, a mí me dio más miedo la persecución de la policía a los protagonistas por ser negros (y los nervios que si no salen la zona antes de la puesta de sol los van a matar: sí, sí, matar, y solo por estar allí) que no cuando aparecen los bichos y se ponen a dar sustos. En el tercero volvemos a lo mismo: ¿dan más miedo los vecinos o los fantasmas?

En ese sentido, Territorio Lovecraft sabe lo que está buscando y lo consigue: una magnífica reflexión de los miedos y dónde están en nuestro mundo real. Como apuntaba al inicio, me va bien hablar de la segunda temporada de The Umbrella Academy, situada en un contexto sociopolítico parecido, en la trama de Allison, la hermana negra. He ido viendo las dos series a la vez, mientras seguimos viendo día tras día la situación en Estados Unidos, hoy, en 2020. La ficción de género, pues, aprovecha su potencial de desarrollar una crítica social muy potente usando su capacidad narrativa. No podemos dejar de pensar que, aunque el discurso oficial es que las personas negras en Estados Unidos son ciudadanos de pleno derecho, la comparativa nos deja ver que no es cierto. Y estoy hablando de colectivos racializados, pero nos serviría para cualquier minoría oprimida. Doy las gracias por tener ficciones que nos aportan esos discursos.
Y acabo hablando de Nieves Mories y Agujeros de sol: no me voy a leer la novela. No porqué sea terror, sino por el miedo que hay al otro lado de la historia que nos relata la autora: con la verdad aterradora de su familia. Sé que eso me haría demasiado daño y no tengo la fuerza para meterme. El resto, leed a Mories, por favor.
*Nota. Sobre el racismo de Lovecraft solo voy a decir 2 cosas: contexto histórico y que escuchéis a Jesús Cañadas en “30 teclas por hora”, que lo explica muy bien, o a Silvia Moreno-García en «Neo Nostromo».
Estoy completamente de acuerdo, a mi me da miedo el marco, no la acción. Por ejemplo, no puedo ver pelis o leer sobre pena de muerte. Me pone el cuerpo del revés pensar en la frialdad del sistema para hacer algo así. Y sé que es sólo el ejemplo más pristino, la punta del iceberg de todo un planteamiento a mi entender insostenible: la sociedad como algo definido y cerrado, donde los márgenes te dejan dentro o fuera, y deciden si vives o mueres.
A mi entender hace falta poner la revisión y la mejora de la sociedad (global, local… no hablo de países concretos) como misión, en vez del preservar y competir. Hay demasiados sesgos en la estructura basados en nuestros miedos.
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También leí Las cosas que perdimos en el fuego durante el confinamiento, aunque en mi caso, me gusta el terror y disfruté de casi todos los relatos, que hicieron que Enríquez se convierta en una de mis escritoras favoritas. Es precisamente esa capacidad de sacar el horror de lo cotidiano y hacer que se te meta en la cabeza (anidando ahí meses y meses después de leer las historias) lo que más me fascinó; no dejé de tomar notas sobre su etilo. Enhorabuena por la comparación de estas historias, me apuntaré Territorio Lovecraft a la lista.
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