La belleza que Cerullo llevaba en la cabeza desde niña no ha encontrado salidas, Greco, y le ha ido a parar toda en la cara, el pecho, los muslos y el culo, sitios donde se pasa muy pronto y después es como si nunca la hubiese tenido.
Muy poco o nada se sabe de Elena Ferrante. Autora italiana que consiguió hacer crecer su imagen e impacto en la literatura actual gracias a la excelente calidad literaria de sus obras. Por supuesto, más que por supuesto, se sobreentiende que al utilizar un seudónimo, debemos considerar a la escritora por el nombre propio con el que ha tenido a bien firmar.
Sin embargo, hace algunos meses salió a la luz la supuesta identidad de Elena Ferrante. La información podéis encontrarla en este artículo de Huffingtonpost. Así a todo, me gustaría recalcar que no ha podido demostrarse que nada de eso sea 100% verídico. Por lo que, desde este espacio, me voy a limitar a citar a la propia Ferrante como forma de presentación:
No me arrepiento de mi anonimato. Descubrir la personalidad de quien escribe a través de las historias que propone, de sus personajes, de los objetos y paisajes que describe, del tono de su escritura, no es ni más ni menos que un buen modo de leer.
Lenù recibe una llamada del hijo de Lila. Ella ha desaparecido, pero parece ser algo que no la sorprende demasiado. Este suceso futuro será el desencadenante que hará que la protagonista acerque al lector toda una suerte de años de infancia, pubertad y madurez que girarán entorno a la peculiar, turbia y sincera amistad entre las dos jóvenes.
La historia tendrá como telón de fondo la ciudad de Nápoles en los años 50. Nos situamos en un barrio común, pobre, trabajador. El ambiente familiar se entremezcla con cierta rudeza casi agresiva. El cariño no se expresa del todo con palabras y caricias. Desde luego, no parece un mundo hecho para Lenù (a la que también se le referirá como Elena Greco), primogénita de un conserje y una ama de casa, sensible, tímida, insegura pero brillantemente inteligente, aunque no sea muy consciente de ello.
Lila puede ser casi la antítesis de Lenù. Rafaella Cerrullo, conocida por su familia como Lina. Hija de Fernando Cerullo, el Zapatero. Una joven despierta, intransigente, con un carácter que recurre en ocasiones a la maldad. Lo que Lenù vivirá hacia su amiga será una especie de relación tóxica de admiración y necesidad. Tal vez amor encubierto, aunque no es algo que se llegue a evidenciar.
Había algo insostenible en las cosas, en las personas, en los edificios, en las calles, que se volvía aceptable únicamente si se reinventaba todo como en un juego. Sin embargo, era esencial saber jugar y ella y yo, solo ella y yo, sabíamos hacerlo.
El telón de fondo de la historia de esas dos muchachas estará acompañado de una serie de personajes muy numerosos (y por lo cuál nos será de gran ayuda la guía que aparece al inicio de la novela), sin que ninguno de ellos llegue a tener un peso especial. Son meras excusas para hacernos entender mejor los años que transcurrirán en sus vidas, gracias a los cuales podemos experimentar con mayor rigurosidad la metamorfosis que sufrirán las vidas de Lila y Lenù.
Será la voz en primera persona de la hija del conserje la que narrará todos los hechos. Poder vivir todo desde sus ojos, tan inocentes al principio, más perspicaces después, nos hará conocer la realidad de una manera terriblemente subjetiva pero hermosa. Es como un experimento brillante de cómo nuestro cariño (¿u obsesión?) por alguien puede entorpecer nuestros propios caminos.
No siento nostalgia de nuestra niñez, está llena de violencia. Nos pasaba de todo, en casa y fuera, a diario, pero no recuerdo haber pensado nunca que la vida que nos había tocado en suerte fuese especialmente fea. La vida era así y punto; Crecíamos con la obligación de complicársela a los demás antes de que nos la complicaran a nosotras.
Las realidades de las dos amigas no tardarán en separarse, lo que divide la novela en dos partes diferenciadas: la infancia y la adolescencia. La época escolar que comparten dejará clara la brillantez intrínseca en Lila que no debe esforzarse por impresionar, por maravillar, por hipnotizar a todo su alrededor. Lenù se sentirá a su sombra, a sus pies. Y Lila, con el ego pesado como una piedra, mermará con bastante asiduidad la autoestima de ésta.
Pero nada es evidente, ni demasiado sencillo en la fascinante obra de Elena Ferrante. Nada es blanco o negro ni es fácil de definir. Si está claro que hay un cariño mutuo por parte de las dos indiscutibles protagonistas, hay por momentos que el lector puede dudar. ¿No es así, acaso, la vida real?
Pero se empeña en el realismo, como una radiografía social muy bien lograda. La vida del trabajador, la precariedad, la lucha entre la educación o ser una buena esposa. Ser libre o casarse. Pronto se aprecia que a las niñas no le dejan ser niñas: deben convertirse en mujeres con premura, buscarse una vida, dejar los libros que apenas sirven para nada.
Nunca la había visto desnuda, sentí vergüenza. Hoy puedo decir que fue la vergüenza de posar con placer sobre su cuerpo la mirada, de ser la testigo comprometida de su belleza de muchacha de dieciséis años
Lenù despertará una absoluta ternura en el lector, porque su existencia es una lucha constante de intereses. Los intereses de la sociedad, de sus pocos comprensivos padres, de su profesora Oliveiro y de Lila. Lila. Que siempre la buscará y ahondará en ella. O la abandonará. O la martirizará. Que intentará ir siempre un paso, o dos, por delante. Que parece que no la necesita, pero demostrará que sí que lo haces. Porque esta fascinante amistad vivirá diferentes etapas, diferentes momentos: nos encogerá el corazón y nos dará bofetadas de realidad. Nos hará crecer. Nos hará querer retomar esa amistad tan pura, tan real, tan intensa de nuestra niñez.
Es cierto que el estilo de Elena Ferrante ha suscitado una oleada de lectores que no han sido capaces de conectar con la historia, que la han abandonado. No puedo decir que su lectura resulte sencilla, ni siquiera fluida. La amiga estupenda es una novela tan enriquecedora como sumamente compleja. La fórmula que me ha llevado a seguir leyendo a pesar de las dificultades ha sido la necesidad de impregnarme de toda la fea hermosura que me encontraba a cada paso. Resulta difícil definirlo. Su complejidad puede abrumar; pero aún así merece, con creces, la pena.
Escribió JOSÉ MARÍA GUELBENZU que los personajes femeninos de Elena Ferrante son verdaderas obras de arte. No podría estar más de acuerdo.
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