[Reseña de Carla Campos para Café Librería]
Sinopsis: Es la primera vez en meses que has dormido una noche entera. No recordabas qué se sentía al descansar del tirón, y tu cuerpo tampoco. Tienes la cabeza aturdida por
tantas horas de sueño seguidas, la espalda te duele un poco y, la verdad, no ha sido
suficiente. Pero sientes gratitud y amor infinito ahora mismo por la criatura que ha
hecho esto posible.
Vas a verla y esperas que, por la hora que es, esté desperezándose. Los abrazos y los
besos te queman, pero está tan a gusto en su cuna que no quieres molestar. Está tan
dormido, tan sereno, tan perfecto sobre ese pequeño colchón… Que no parece vivo.
“A Carl Streator le han encargado una serie de artículos sobre la muerte súbita infantil,
algo que le resulta familiar pues él mismo perdió a su hijo en circunstancias extrañas. Tan extrañas como que en todas las casas donde ha muerto un bebé hay un ejemplar de una antología de poemas africanos que contiene una nana letal. El periodista, una agente
inmobiliaria, su secretaria y el novio de esta emprenderán un hilarante viaje a la caza de
todos los ejemplares del libro, incluido el que ahora usted sostiene en sus manos».
Desde que empecé a leerlo, me asaltó un pensamiento de que a medida que iba pasando
páginas iba creciendo y no ha dejado de hacerlo desde que lo acabé: Nana es un libro
que hay que leer si te gusta escribir. Por muchas cosas, pero las cuatro principales son
estas:
El principio
Nana empieza presentándonos a Helen, coprotagonista de la novela, y a Mona, su
ayudante.
Helen vende casas. Casas encantadas. Por supuesto, este inicio no tiene que ver nada
con la novela, o al menos eso es lo que parece en un primer momento. Sin embargo,
es una manera perfecta de prepararnos para dos cosas:
1. El mundo en el que estamos. Uno en el que hay agentes inmobiliarios de pelo
rosa y secretarias y también fantasmas y gente que puede detectarlos. Sin
duda, podría ser nuestro mundo, y a la vez otro distinto.
Pero preferimos pensar que es el nuestro.
2. El personaje. ¿Qué tipo de persona es capaz de engañar, una y otra vez, a
decenas de familias para que compren casas cuyas paredes chorrean sangre?
¿Quién tiene tanta sangre fría como para aprovecharse de los hechos
traumáticos que siegan vidas de cuajo para ganar más dinero? Pues el tipo de
persona capaz de acompañar a Streator en este viaje.
Como escritora me ha encantado que el inicio se aleje de la acción de esta manera. Me
parece una forma muy inteligente y tentadora, que vale la pena leer solo por esto.
Su protagonista y el resto de personajes
Streator es insoportable. Es un tío que se cree demasiado listo y a los demás
demasiado tontos, demasiado ciegos, demasiado adormecidos por los mass media;
moralista en extremo, siempre para los demás, claro, se pasa la vida observando y
buscando los detalles que justifican sus prejuicios.
Ya, ya lo sé: esta descripción puede encajar en muchas personas de nuestro entorno.
Es difícil que un tipo tan repelente caiga bien, y sin llegar a adorarlo, Planahniuk
consigue que empatices y esperes que le pase algo bueno.
Y, en parte, eso es posible cuando lo contrapone al resto del elenco. Porque
prácticamente no hay ningún personaje al que te quieras parecer en lo más mínimo.
Es difícil crear un personaje que te caiga mal. Has de convivir con él durante mucho
tiempo. Y dejarte de complejos y de tonterías, porque incluso los gilipollas se merecen
protagonizar libros.
Las tramas
Este libro va sobre una nana mortal y, a la vez, no va sobre eso.
Nana nos habla de la prepotencia humana, de cómo hasta quienes se creen buenas
personas acaban destruyéndolo todo a su paso. De la soledad y de la culpa, y de las
malas personas. Las que creen ser buenas y las que saben que no lo son, pero no les
importa.
Nana es cruel y a la vez te da un poco de esperanza, siempre y cuando seas como yo y
te agarres a cualquier cosa que pueda dar un poquito de luz en la oscuridad.
La manera en la que está escrita
Es mi primer acercamiento a la prosa de Palanhiuk y al poco de comenzar me di cuenta
de que no iba a ser la última.
Por una parte, la estructura de la novela intercala momentos en el tiempo que encajan
a medida que vas avanzando en la lectura y que te hacen pensar en que el autor se ha
quedado contigo, pero que te da igual.
Por otra, está escrito en primera persona, y me encanta cómo la parte de los diálogos
de Streator no los leemos, sino que los “escuchamos” de la misma manera en que si
nos lo estuviera contando.
O, mejor, como si estuviéramos dentro de en su cabeza.
Me parece muy difícil, original (no he leído tanto como para habérmelo encontrado
antes) y difícil de repetir.
En conclusión, Nana me ha gustado porque tiene todo aquello que a mí me parecería
imposible hacer: hablar de temas que me estrujan las entrañas hasta hacerme morder
la lengua de rabia, con personajes a los que es imposible querer, ni siquiera para quien
los está pariendo, y de una manera que te acerca al problema desde un punto de vista
privilegiado.
Eva hizo bien en recomendármelo. Eso sí, para cuando mis hijas fueran mayores.
Pues bien, ahora ya lo son, y no sé si me da más miedo la nana o las personas que
podrían encontrarla.
[Reseña de Carla Campos para Café Librería]
Me parece un autor valiente y honesto. He leído varios libros suyos, pero este en concreto no. Me daba cosilla el tema de la muerte súbita de los bebés. Así que está en la estantería criando polvo.
Un abrazo.
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