La última luz de Tralia, de Isa J. González

Subtítulo de la reseña: Las Toquis en Tralia – Por Carla Campos y Carla Plumed

Sinopsis: Kenichi flota en el espacio. La nave en la que viajaba ha sufrido un accidente, y él parece el único superviviente. Su deriva es también la de una civilización casi extinta que busca un nuevo hogar en las estrellas. Su mensaje de socorro, un pequeño pulso en el vacío.

La suerte parece cambiar cuando otra nave acude a la llamada, pero pronto descubrirá que su salvación le pone frente a un nuevo desafío. La nave que le recoge pertenece a la raza zestiana, con quienes compartían Tralia, su planeta de origen, y ahora, una vez más, ambos pueblos vuelven a compartir destino.

Los zestianos están también al límite de sus esperanzas e, igual que sus antiguos vecinos, recorren el espacio en una búsqueda a contrarreloj: una extraña enfermedad ha diezmado a sus tripulantes y amenaza al grupo, cuyas vidas y misión pueden llegar a estar en manos de un extraño.

Rune, Tyra, Eyra, Sigrid… Cada tripulante arrastra sus miedos, y a los fantasmas que pueblan la nave hay que sumar uno mayor: la sombra del planeta perdido y las dudas sobre si encontrarán o no un nuevo principio. Todos deberán esforzarse en superar sus traumas y su desconfianza para entrelazar su destino en una trayectoria común.

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Un fuerte fogonazo de luz, y cuando la vista se acostumbra a la media oscuridad de la sala, descubrimos una habitación cuadrada con un gran ventanal que ocupa toda la pared.

Tras el cristal solo hay un cielo cuajado de estrellas y, ante él, dos sillones.

Uno es orejero, con tela de pata de gallo blanca y negra, y en él hay una mujer de pelo corto y azul. Sorbe de una taza que huele a café.

El otro es un butacón turquesa con reposapiés. La mujer de pelo largo y rosa que descansa en él se sacude las palomitas que han caído en sitios insospechados. Deja el bol vacío a un lado y se estira.

Ese fogonazo era La última luz de Tralia, de Isa J. González. Carla Plumed, “Café de tinta” o Café, y Carla Campos, también conocida como la Toqui, han sido sus últimas espectadoras.

Carla Café carraspea y dice:

­—Toqui, ¿sabes en qué estaba pensando? Podríamos hacer una reseña conjunta de esta novelette.
—Ostras, pues mola. Lo que no sé muy bien es cómo hacerlo.
—Pues mira, por lo pronto podríamos comentar qué cosas nos han llamado la atención.

Carla Toqui se repanchinga en el sofá antes de continuar.

—Vale, pues, ¿sabes qué me ha gustado mucho? El inicio. El primer capítulo tiene una estética preciosa. O sea, menudo horror ha de ser encontrarte ahí flotando entre cadáveres en una nave tocada de muerte, pero la imagen que recrea la autora me parece fascinante. El silencio, el dolor físico y psicológico, me parecen transmitidos a la perfección y un inicio que no cae en el tópico de recrearse en la necesidad extrema de supervivencia del cine palomitero.

»Casi te diría que, con algunos cambios, ese primer capítulo podría trabajar bien como relato independiente. Sobre todo por la manera en la que nos presenta a Kenichi.

—Cierto. Aunque hablando de los personajes, confieso que el protagonista, Kenichi, me cayó fatal durante buena parte del libro. Su comportamiento y su línea de pensamientos en la situación en la que se encuentra… En cambio, no te negaré que Rune me encantó. Me pareció un personaje mucho más complejo y con una actitud mucho más acorde a lo que está sucediendo.

—Ah, mira, yo es que soy #TeamKen porque estas personas taciturnas y tristonas me dan vidilla… Y, por cierto, ¿qué te ha parecido el worbuWorldbil…? Bueno, el trasfondo de la historia y la ambientación, ya sabes a qué me refiero. Lo he encontrado muy interesante. Ese mundo en el que conviven más mal que bien dos especies diferentes con necesidades similares tiene mucho para explotar. En ese sentido, me da la sensación de que se han quedado algunas cosas en el tintero.

»Seguramente se deba al formato de novelette o novela corta, pero creo que hubiera sido interesante ir un poco más allá. Eliminar algunas repeticiones alegóricas y ahondar más en las guerras, en las diferencias, en por qué es tan poco probable que dos almas tan diferentes como Ken y Rune tengan una relación tan profunda.

—Poco probable —contesta Carla Café mientras se sirve otra taza—, pero la autora ha dado en el clavo: no saber si vas a poder sobrevivir crea compañeros improbables.

—Tienes toda la razón.

—Por otro lado, da la sensación de que esos «compañeros improbables» no tienen apenas importancia en la historia. Me refiero a los compañeros de nave de Rune. Algunos aparecen durante tres líneas y no sabemos nada más de ellos. Me hubiera gustado al menos conocerlos un poquito más (ya que son pocos personajes).

—Sí, a mí también me ha dejado con ganas de más. Sobre todo porque la autora nos dibuja muy bien a algunos de ellos, ¿verdad? La capitana, por ejemplo… Casi se merece un libro para ella sola —Carla toqui se queda pensativa durante unos segundos antes de seguir—. ¿Y qué me dices del género? Creo que es una novelette que combina la ciencia ficción con la romántica, y no me lo esperaba. Claro que la portada que ha hecho Marina Vidal nos puede dar una pista, ¿no te parece?

—Sin duda. La parte romántica tiene una gran carga en la historia y en mi opinión lastra lo importante, que es la supervivencia de ambas especies. Tengo la sensación constante de que se ha quedado apenas en la superficie de lo que podría haber sido esta historia, con una idea de base súper potente.

—Sin embargo, es un gran comienzo para una escritora, ¿no te parece? Creo que La última luz de Tralia asienta las bases de una carrera interesante y que merece la pena seguir.

Carla café asiente, y las dos mujeres se quedan en silencio, digiriendo todo lo que han visto y hablado de La última luz de Tralia. Frente a ellas, el universo está en calma, como si no hubiera planetas y estrellas que colapsaran a cada momento, con todo lo que eso significa.

Carla toqui se pone en pie. Una palomita cae al suelo de entre los pliegues de su ropa.

—Bueno, pues ahora solo falta escribirlo.

—Yo tengo un directo para Twitch, puedo hacerlo después.

—Tranquila, lo hacemos entre las dos. ¿Tú has apuntado lo que hemos ido diciendo?

Las dos se miran, y después miran a su espalda. Junto a la puerta, un cuadro de mando, similar al de cualquiera de las naves que salieron de Tralia en busca de un futuro, se ilumina.

—LexIa, ¿has grabado la conversación?

—Por supuesto —contesta la inteligencia artificial de la nave de las toquis.

—Perfecto. ¿Nos lo puedes transcribir, por favor? Así nos aseguramos de que no nos dejamos nada. Después, lo revisaremos. Podrás publicarlo cuando te avisem…


  • Editorial: Crononauta
  • Páginas: 164
  • Lanzamiento: julio de 2020
  • Valoración: Café con leche

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